Cariño mío,
Tú sabes que yo cada año pongo Belén en casa porque es algo que tengo muy arraigado desde que tengo uso de razón, gracias a mi padre.
No falta el río de cerámica vidriada para que la lavandera haga honor a su nombre, ni el lago donde se deslizan los patos chiquitines, ni el pajar con gallinas, ni el pozo, ni los pueblecitos encaramados en los montes, ni el cielo diáfano y cuajado de estrellas en el que destaca, por su tamaño, brillantez y movilidad, la que guía a los Reyes Magos hasta el Pesebre.
Los caminos son de musgo tierno para que los portadores de presentes al Niño que acaba de nacer no sufran de los pies y para que los camellos, después de tantos y tantos kilómetros de andar por las cálidas arenas del desierto, pisen algo fresquito...
Procuro adecentar una cueva para que los pastores sentados entorno a una hoguera puedan guardar sus rebaños sin necesidad de temer que venga el lobo y se los coma, procuro que tengan una fuente muy cerca y árboles en los que se posen los ángeles que les anunciarán la buena nueva... también les procuro leña cortada de sobras para que ni tan siquiera deban ir al bosque a buscarla...
A San José y a la Virgen los coloco de modo que de día no les moleste el Sol en los ojos porque los pobres no pueden moverse del lado de su niño ni ponerse gafas ahumadas, y también pongo un ambientador en el fondo del establo para paliar un poco ciertos olores que desprenden, a veces, la mula y el buey...
Como me desvivo tanto para que los integrantes del Belén estén a gusto, el día 22 de Diciembre por la tarde me fue muy difícil asimilar lo que sucedió...
Llegué a casa sobre las 20 horas y qué me encuentro? Pues el Belén prácticamente vacío, niño! Sólo quedaban María, José, el Niño, los ángeles y los animales. Ni rastro de pastores, pajes, Reyes, lavanderas, labradores, pescadores, hilanderas...
Las ovejas y las cabras se habían tirado al monte, los pavos, sin su guía, andaban a la greña con los gallos que se habían escapado de los corrales... Los peces del río habían bebido más de la cuenta y mordían las patas de los pobres patitos que nadaban sin meterse con nadie... Conejos y cerdos jugaban al escondite haciendo agujeros en los pajares... El fuego de la hoguera de los pastores se había apagado y el molino, sin su encargado al frente, había dejado de moler... Los camellos, hambrientos, se estaban comiendo todo el musgo y... no sigo, no sigo porque cuando pienso en todo el desbarajuste que me encontré me pongo mala...
Y dónde estaban las figuritas de los pastores y de los Reyes (sólo por citar algunas) te preguntarás...? Pues habían desaparecido, cariño. Ni el caganer estaba, y la verdad, no puedo ni imaginar que hubiera escapado así, con esa pinta, enseñando el culo...
En casa no había entrado nadie, eso seguro, o sea que no podía culpar a Albert de haberlas roto o a Javi de haberlas escondido para hacer una broma... Además, a ellos dos les he enseñado a amar el Belén, lo contemplan con respeto y delectación y ponen mucho cuidado en no estropearlo cuando, una vez al día, hacen avanzar la caravana de camellos que debe llegar el 6 de Enero frente al Portal...
Cuando llegaron nuestros BD para cenar yo todavía no había preparado nada, pues andaba mohína y pensativa...
Les expliqué lo que me había encontrado y les dije que me ayudaran a recuperar las figuritas, que sin ellas el Belén como que no era nada, a pesar de que los actores principales seguían en su puesto, sin muestra alguna de disgusto o de tristeza...
Ayer por la noche, cuando iba a marcharme a casa de mi hermano para celebrar la Nochebuena, vi al final del pasillo como una manifestación encabezada por lo que me parecieron BD de tamaño liliputiense...
Me arrodillé y sí, efectivamente, eran nuestros BD guiando a las figuritas, todas ellas con el pesar dibujado en su precioso rostro pintado.
Emocionada, las coloqué a todas en su sitio y ellas mismas ya se encargaron de ir a buscar y de poner en orden a sus animales. En un plis plás aquel Belén triste y desangelado se llenó de nuevo de vida y de belleza, Gilito, y poco a poco los semblantes de las figuritas fueron recobrando la sonrisa dulce de quien se sabe afortunado por estar en un lugar especial.
Estarás ya impaciente por saber qué había sucedido, no? Pues ahora te lo voy a contar, y agarrate porque vamos...
Si en el mundo real hay timadores y gente que se aprovecha de la buena fe, la avaricia o la incultura de los demás, en el mundo de los Pesebres también los hay, por raro que te pueda parecer...
Las figuritas de mi Pesebre habían comprado lotería a un judío errante y al saberse agraciadas con el Gordo de Navidad salieron corriendo de alegría para ir a Nazaret a cobrarlo, pero... su alegría se trocó enseguida en tristeza y decepción, pues descubrieron que les habían vendido participaciones falsas...
Nuestros BD encontraron a las figuritas reunidas a las afueras del pueblo, sin ánimos para nada y encima avergonzadas por haber ido en pos del dinero sin pensar en sus animales y en que dejaban sola a la sagrada familia...
Ninguna de ellas se atrevía a volver, ninguna, pero nuestros BD, que tienen mucho palique, les convencieron diciéndoles, entre otras cosas, que si volvían iban a tener el honor y el placer de acompañarles a ellos el día de Navidad para desearte “Buenos Días, Buenos Días, Javier!” a ritmo de villancico...
Si no han venido ya, estarán a punto de llegar...