viernes, 24 de diciembre de 2010

Nidos de Luz

encuadre
Foto de rafaluna : http://www.flickr.com/photos/15181453@N05/with/5266341255/


Cariño mío,

No sé si en tu jardín tienes de esas casitas de madera que se cuelgan en los árboles para que vivan y aniden los pájaros, pero sí sabes que existen porque las habrás visto muchísimas veces en cualquier garden center, verdad?

¿Que por qué te lo pregunto? Porque... Quieres que te lo cuente, Gilito? Sí? Pues verás...

Habrás observado que hay varios tipos de luces : la del Sol, la de las luciérnagas, la de la Luna, la que espejea en los lagos, la de las cumbres nevadas, la de los brillos de los cristales de las ventanas, la del fuego, la de la miel, la que ilumina los ojos enamorados, la ultravioleta, la que desprenden las piedras preciosas o los colores de las baldosas de cerámica, unas sábanas blancas inmaculadas secándose al aire libre o el oriente de las perlas...

Habrás observado también que las mariposas nocturnas tienen una especial predilección por los focos luminosos y que se acercan peligrosamente a las bombillas, pereciendo muchas de ellas por no mantener a raya su curiosidad.

Pensé que esas mariposas de antenas como plumas estaban enamoradas de la luz del día que les estaba prohibida por constitución y no tenían más remedio que substituirla por la de las bombillas. Pensé que era una pena que no pudieran disfrutar, como sus coloridas hermanas diurnas, de los distintos matices e intensidades de la luz y empecé a cavilar si podía hacer algo para remediar esta situación...

Entonces me reuní con nuestros BD para exponerles mi plan, ya que ellos serían una parte importantísima del mismo si aceptaban ayudarme. De hecho, si se hubieran negado hubiera podido hacerlo igual pero me hubiera costado más caro y el personal no hubiera estado tan motivado. Cuando les dije a nuestros BD que todo era para darte una sorpresa, la verdad es que no se lo pensaron dos veces!!

Lo primero que hicimos, con la complicidad del jardinero, fue habilitar una parte recóndita del jardín, una parte a la que tú no acostumbrabas a ir, como campo de experimentos. Luego compramos farolas antiguas, de esas de hierro forjado que suelen verse en los pueblos de Andalucía, les quitamos las bombillas, abrimos unos orificios pequeños en sus paredes de cristal y dejamos preparada la instalación para poderlas colocar cuando estuvieran preparadas y a punto de entrar en servicio.

Hasta aquí lo fácil. Después de ésto venía la parte más problemática y laboriosa : ir a recoger distintos tipos de luz para llenar las farolas. Para tamaña empresa ¿quién mejor que nuestros BD? Son espabilados, atrevidos, osados, entusiastas, listos, remueven Roma con Santiago si hace falta y son capaces de olvidarse de ellos mismos por darte un gusto Gilito.

El día que se marcharon, cada uno de ellos arrastrando una farola como si de un carro de la compra se tratara, parecían un disciplinado equipo vestido con los colores de nuestro Atleti. Si los hubieras visto... Ninguno de ellos se quejó de la luz que le había tocado “envasar” y éso que alguno tuvo que escalar escarpadas montañas o atreverse a lidiar con enjambres de abejas...

Te estarás preguntando que pretendía yo con tanto trajín, no? Pues sigue leyendo, niño...

Mi primera hipótesis era que si los pájaros podían vivir en las casitas de madera y anidar en ellas, la luz bien podía anidar en las farolas, al resguardo del viento...

La segunda era que si las mariposas nocturnas enamoradas de la luz diurna lograban entrar en contacto directo con ella, bien podían fecundarla o bien ser fecundadas por ella.

Ya, ya sé que es una idea estrambótica, pero qué querías que hiciera si me vino a la cabeza?

La noche que logramos que ya todas las farolas estuvieran en su lugar correspondiente, el espectáculo fue... fue mágico, fue mágico, Gilito mío.

Los distintos haces de luz se entremezclaban como hebras formando una especie de tejido luminoso tridimensional, en medio del cual volaban las mariposas.

Cuando se percataron de que podían entrar en las farolas a través de los agujeritos preparados para tal fin y que al entrar no se quemaban...su excitación no tuvo límites!!! Iban de una farola a la otra como quien efectúa una cata de vinos o cena un menú de degustación en El Bulli... hasta que al final, cansadas ya de tanto ir y venir, cada mariposa escogió la farola que más le gustaba o que más se ajustaba a su idiosincrasia y se quedó allí, como al socaire de un buen fuego.


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Y sucedió, sucedió lo que yo había imaginado, Gilito. Al cabo de unos días las mariposas nocturnas empezaron a poner huevecillos dentro de las farolas que las cobijaban. Y de esos huevos nacieron orugas que se alimentaban única y exclusivamente de luz, y esas orugas formaron sus capullos de seda también dentro de las farolas, que actuaban como de incubadora... Y...

Y esta próxima madrugada, al alba, estamos seguros que se abrirán los capullos de la farola de la luz de miel y queremos que lo vengas a ver para que te quedes tan maravillado como nosotros quedamos el día que se abrieron los primeros, los que vivían inmersos en la luz de los brillos diamantinos...

Sí, sí, has de madrugar para ver como mariposas de delicada luz escapan de las farolas y revolotean recortándose en esa noche que empieza a dejar de serlo para dejar paso al día. Has de vencer tu pereza inicial, Gilito, porque el espectáculo lo vale y porque así te sirve para agradecer el esfuerzo de los que cada día te desean “Buenos Días, Buenos Días, Javier!”

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