miércoles, 25 de agosto de 2010

El origen de las estrellas de mar

Una tarde en la playa.../ Un après midi, à la plage...

Cariño mío,

Yo ya sé que tú eres muy listo, y muy instruido, pero como eres de tierra adentro, como eres un lobo estepario y mesetario, estoy segura de que no sabes el origen de las estrellas de mar.

Yo sí lo sé, como no, por hada y por mediterránea, Gilito, y por ser amiga de las hijas de Neptuno, cuando pequeñita, que nos encontrábamos en la playa por las mañanas y jugábamos a hacer castillos mientras me contaban lo que mis ojos no alcanzaban a ver y en el cole no nos enseñaban...

Erase que se era, al principio de los tiempos, el Sol haciendo sus primeras prácticas de Ocaso. Todo era nuevo en el mundo, todo era recién estrenado, y los astros todavía no habían delimitado bien sus órbitas, las constelaciones todavía no se habían agrupado tal como ahora las divisamos... Digamos que el caos todavía no se había ordenado y todo estaba en periodo de prueba y de ajustes.

En ese cielo ya vivían las estrellas, más de una generación de estrellas. Había las estrellas madres y las chikitinas, y esas fueron precisamente las que... Pero no adelantemos acontecimientos, Gilito mío, vayamos por partes, que me lío.

Volvamos al Sol cuando éste todavía no sabía lo que era brillar durante la medianoche, cuando todavía a los egipcios, por no existir, no les había dado por bautizarlo como Ra... El Sol se dio cuenta que cada cierto periodo de tiempo debía esconderse... Cierto es que aparecía en otro lugar, pero lo que le molestaba es que cuando sus cálidos rayos se enamoraban de un paisaje, debía abandonarlo al cabo de unas horas, muy a su pesar, sí o sí, porque a la madre Naturaleza le daba la gana...

Como a cualquier niño que empieza a crecer, el deseo de autonomía del Sol aumentaba en su interior, y, con él, las ganas de rebelarse ante esa realidad que le venía impuesta... Y un día, un día que empezaba a dejar de serlo porque el Sol ya se veía con medio cuerpo hundido en el mar, estalló en ira y sus rayos lanzaron y expandieron toda su carga de fuego por el cielo, incendiándolo!!

Las estrellas adultas no se asustaron porque ya conocían esas reacciones en sus hijos pequeños, pero las estrellas chikitinas sí lo hicieron y andaban como locas por el firmamento, haciendo caso omiso a los tranquilizadores comentarios de sus madres: que no os asusteis, no sucede nada, que eso desaparecerá enseguida, que el Sol está enfadado pero se le pasará...

Les entró tal pánico al ver aquellas nubes rojas que parecían sangre hirviendo, si es que hierve la sangre fuera de las venas, que las pobres estrellitas ya se veían deshechas en aquel caldo que ellas convertirían en sopa si caían en él, y, despavoridas y sordas a la llamada de sus madres, encontraron un hueco de cielo azul y se lanzaron al vacío...  

Socorro, que me caigooooooooo!!! / Au secours, je tombeeeeeeeeee!!!

Afortunadamente pare ellas el mar recogió sus cuerpecitos y su caída desesperada terminó bien... El agua no les molestaba, pues ya jugaban con las gotas de las nubes y las ráfagas de lluvia que el viento levantaba si soplaba... Y allí, en ese otro azul, se encontraban tan bien que se quedaron...

Y éste es el origen de las estrellas de mar, Gilito, y el relato, que no cuento, se ha acabado!

Me contaron mis amigas las sirenas que estas estrellas tienen, como mínimo cinco brazos, y que gustan de escribir y de hacer manualidades con caracolas y perlas en algas engarzadas... Ya ves, son un poco raras...

Sí, sí, has leído bien, gustan de escribir, aunque son un tanto repetitivas... No sé si por encargo o por qué pero siempre escriben la misma frase : “Buenos Días, Javier, Buenos Días!”

Una tarde en la playa / Un après midi, à la plage...

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