miércoles, 25 de agosto de 2010

Pórtico Gótico

Cariño mío,

Quien haya dicho que la piedra es pesada es que no ha visto las esbeltas arcadas de una catedral gótica... Y no ha visto, además, las que vi yo, a las afueras de Avignon, ni lo que vieron mis ojos al contemplarlas...

Aquella puerta de entrada al templo del convento de Saint Didier estaba enmarcada por una sucesión de arcadas ojivales delgadas, ligeras y casi desnudas, pues quienes la habían concebido la quisieron de líneas muy puras. Así, incluso en contra de las tendencias imperantes, evitaron recargarla de esculturas, por didácticas que fueran. Dejaron sólo las precisas, la de los santos tutelares y una de la Virgen con los pies entre nubes y entre estrellas pisando a una serpiente, la que simbolizaba El Mal...

Los fieles ya aprenderían la historia sagrada en los capiteles del claustro o en los tímpanos de las entradas laterales, pensaron los arquitectos, o en otras iglesias, si es que ésta, por sobria, no entraba dentro de sus preferencias...

Cuando estaba yo fotografiando esa sencilla joya gótica, una ligera brisa empezó a soplar. Las delgadas curvaturas abandonaron su rigidez, cobraron flexibilidad y se empezaron a mecer. Espigas parecían, yendo ora a la derecha ora a la izquierda, con distintas inclinaciones... Casi me quedo hipnotizada de seguir su vaivén acompasado, Gilito, jeje... Pero se levantó una ráfaga, seguramente prolegómeno de la tormenta que se avecinaba, pues se veían negras nubes a lo lejos, en la sierra de Les Alpilles, y... se llevó los santos tutelares, la Virgen, las nubes, las estrellas y la serpiente!!

Y todos ellos, piedras de pronto convertida en plumas ligeras, fueron a parar a las copas de los pinos cercanos y los frailes del convento hacían equilibrios encima de altas escaleras para recuperar a Saint Didier (a ése sobre todo, los otros como que si se perdían no pasaba nada, eran sólo acólitos del que daba nombre a su convento,jeje) y a la Virgen. Las estrellas se fueron raudas para el cielo, liberadas por el viento de estar siempre al lado del diablo aserpentado, aunque éste estuviera humillado y ni tragarlas ni dañarlas no pudiera... Y la serpiente... la serpiente endiablada descendió por el tronco del árbol sobre el que había recalado y huyó rauda perdiéndose entre la maleza...

El arco de entrada al convento ha ganado en sencillez y ahora es mucho más minimalista, si es que este concepto u adjetivo puede aplicarse al gótico... Sólo Saint Didier y la Virgen en el pórtico, y los abstractos Rayos de la Trinidad, pero ésos ya estaban ahí, que no volaron...

Nuestros BD quisieron intervenir. Querían ir a Montmajour a coger alguna de sus esculturas y ponerlas allí, en el convento de Saint Didier.

Les dije que ni hablar, que éso era asunto de los frailes y que ellos no se habían de meter... Y que si lo hacían les castigaría y les prohibiría decirte “Buenos Días, Buenos Días, Javier!”

Y ya se callaron, cómo no...

No sé cómo habrá terminado la historia pues tuvimos que continuar nuestra excursión... pero cada vez que vamos al bosque lo hacemos con un poco de recelo por si aparece la serpiente que huyó entre la maleza, por si aparece aquel reptil endiablado que una ráfaga de viento arrancó de su letargo de piedra...

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