miércoles, 22 de septiembre de 2010

Sombrillas a la orilla del mar

The sun::::::::::::::::::::
Foto de Eric Jeandrau : http://www.flickr.com/photos/16230743@N06/


Cariño mío,

Experiencias con las sombras, las buenas y las malas, has tenido ya más de una, pero hasta ahora no habías escuchado hablar de las cosas que hacen los reflejos, que son una especie de sombras pero en colores, jeje...

El día era tan caluroso ya de buena mañana que decidimos pasarlo en la playa y allá que nos fuimos, con las sombrillas a cuestas. Nos colocamos lo más cerca que pudimos de la orilla y el día discurría plácidamente entrando y saliendo del agua, nadando, paseando, jugando con los BD a hacer castillos en la arena, como si fuéramos chiquillos...

Nuestras sombrillas eran amarillas, completamente amarillas, como soles, margaritas o limones, por expreso deseo de nuestros BD, que se pirraban por ese color... Y como a mi me daba un poco igual, aunque fueran chillones, les di el gusto y se las compré.

Después de un rato de mucha actividad jugando con las palas, me senté a leer. A ratos me entraba un sopor dulzón, una lasitud agradable que me llevaba a cerrar los ojos y a dar cabezadas, medio dormida.

Quería permanecer despierta porque el libro me apasionaba y porque no quería perder de vista a los BD, siempre tan traviesos... De repente el viento empezó a soplar muy fuerte y las sombrillas se tambalearon. Me dió miedo de que se fueran volando, como ya me sucedió una vez, y las plegué. Y ahí empezó todo, ahí...

On the beach (methoni) 
Foto de Roberto Cardarella: http://www.flickr.com/photos/36706201@N05/

Las sombrillas se reflejaban en el agua que se quedaba encima de la arena mojada, pareciéndose a un taladro que quisiera adentrarse en ella. Y de pronto esos reflejos, como si hubieran leído mi pensamiento, empezaron a horadar la orilla...

Grité a nuestros BD que se apartaran, porque yo no sabía lo que podía suceder y temía por su integridad. Si les pasaba algo no me lo perdonaría en la vida...

Las perforadoras, que así las llamé a partir de ese momento, y como si estuvieran trabajando en los pozos de petróleo del desierto de Arabia o de Texas, iban sacando arena, primero, y luego almejas!

Yo siempre había creído que las almejas, en el Mediterráneo, estaban escondidas en las capas superficiales de la arena, pero por lo visto no era así. Surtidores de almejas llenaban la orilla del rico marisco... La gente venía con sus cestos playeros o con sus neveritas portátiles y, haciendo cuenco con las manos, los llenaba.

Lo curioso del caso es que, un poco más allá, también había reflejos de otras sombrillas, pero éstos no hacían nada. Sólo los de las nuestras, las amarillas, estaban sumidos en una intensa actividad que pronto acabaría, pensaba yo, con las existencias de almejas de Gavamar!!

Lo que en un principio me pareció gracioso, curioso y productivo, se convirtió después en una molestia, pues la tranquilidad de la que gozaba en aquel rincón de playa desapareció.

Cuánta gente, aquello parecía una peregrinación, madre mía!! Me pisaban las toallas, me lanzaban arena al correr, me tapaban la vista del mar, no podía vigilar bien a nuestros BD, ya no podía leer con el sosiego que necesitaba, ni pegar una cabezada...

La primera hora aguanté más o menos bien porque pensaba que era normal que la gente se aprovechara de aquel maná que, en vez de caer del cielo, era extraído del mar de manera inusitada. Pero después ya me agobié.

Hubiera podido desplazar la toalla unos metros más allá, o retirarme lejos de la orilla, lejos del gentío que, oliendo a aceites protectores y con actitudes acaparadoras, pues hasta utilizaban los moldes de plástico de sus hijos, se agolpaba entorno a mis sombrillas... pero aguantaba, aguantaba porque si lo hubiera hecho me hubiera sentido muy egoísta.

Mi indignación llegó a su punto máximo cuando una señora tuvo la desfachatez, sin decir nada, de coger uno de los cubos de nuestros BD. Yo la observaba... Lo llenó de agua, se sentó en una de mis toallas, con un capazo lleno de almejas a su lado.... Les quitaba la arena con el agua, las abría, les ponía zumo de limón, se las comía y luego tiraba las valvas allí mismo, entre nuestras pertenencias...

Ahí ya no pude más Gilito. Ni consideración, ni educación ni... ni ostias, que no quería decirlo pero al fin lo he dicho, aunque me hagas limpiar la boquita!!! Vamos hombre, habíase visto tamaña desvergüenza!!

Arremetí contra ella, pegué una patada a su cubo, a su capazo y a sus posaderas, arranqué las sombrillas de la arena, presa de ira, y, al desaparecer los reflejos se acabó el invento!!

El surtidor de almejas se fue tan bruscamente como había llegado, sólo que ahora yo había intervenido y antes no. Seguramente otro día repetiré, pero en una playa desierta, a ver qué pasa...

Aquellas gentes aparentemente amables, al verse privadas de algo gratis, se volvieron agresivas, y al final, aunque no te lo creas, tuvimos que largarnos de la playa a todo correr, pues querían robarnos las dichosas sombrillas!!

No sé a que fue debido todo ésto, esa magia repentina, digo, pero hay tantos misterios por resolver...

Lo que no tiene nada de misterioso es el deseo diario de nuestros BD de saludarte diciendo “Buenos Días, Buenos Días, Javier!”

Por cierto, hay almejas para comer, jejeje...

1 comentario:

  1. ciao caricola, sto provando a leggere il tuo racconto anche se con molta fatica...
    Roberto

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